Relación entre las estructuras que conforman un discurso: la
microestructura, macroestructura y superestructura.
Analizar o producir un discurso
desde la perspectiva de la lingüística textual o discursiva es una tarea
compleja ya que hay que determinar, para que el análisis sea exhaustivo, la
microestructura, la macroestructura y la superestructura. Éstas, vistas de este
modo, parecen estar separadas entre sí, pero cuando se realiza el escrutinio
del texto nos damos cuenta que son interdependientes, esto es, que se reclaman.
A continuación veremos cómo se relacionan y porqué no se puede hacer el
análisis o la producción de la
macroestructura, por ejemplo, sin antes determinar cuáles son los elementos que
le dan cohesión, coherencia y elegancia al discurso.
La microestructura, como su nombre lo
indica, forma parte de una estructura más amplia y se refiere a las relaciones
léxicas y referenciales que se dan en un texto y que permiten dar coherencia y cohesión al mismo, esto es, que las proposiciones
que forman el discurso están relacionadas entre sí mediante diversos
procedimientos lingüísticos que permiten que cada enunciado sea interpretado en su relación con los demás por
lo que es necesario que el texto este bien estructurado en este nivel para que
pueda ser comprendido a plenitud y pueda determinarse cuál es la idea
global y la intención con que fue producido.
Claro está, que cuando pasamos a determinar la
idea general de un texto ya no nos referimos a la micro, sino, a la
macroestructura semántica. Esta alude al significado global del texto, y se
construye a partir de las ideas principales que se van desarrollando párrafo a
párrafo. Expresa, por así decirlo, una comprensión global a partir de
comprensiones particulares.
Llegar a la macroestructura de un texto implica un seguimiento por parte
del que lee, de la ilación del discurso que va desarrollando el locutor. Una
buena compresión de esta relación lineal permitirá una mejor comprensión del
texto.
La superestructura, por su parte,
se refiere a la estructura esquemática global del texto a la que la
macroestructura se adapta, es decir, que
cuando escribimos un texto lo hacemos con una intención y esta intención
determina, en cierto modo, el tipo de estructura esquemática al que se ajustará.
Por ejemplo, si mi intención es convencer a alguien de que una idea que tengo
es la correcta necesariamente tendré que dar argumentos validos para lograrlo.
Esto me sugiere que debo enmarcar mi texto, consciente o inconscientemente
dentro de una estructura argumentativa, o sea, una introducción donde presente
mi tesis, argumentos para defenderla y una conclusión donde reafirme la idea
que señalé al principio.
En esencia, para analizar o producir un texto debo tener en cuenta la
relación lineal que se presenta en los enunciados o los párrafos que lo forma
con miras a escribir o comprender una idea global clara que se enmarque en una
estructura esquemática adecuada y relacionada con la intención del discurso.
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